Simón Bolívar

 

 Una espada

 cayó en tus manos

 y  un  caballo

  como el hierro

 alimentó  el  camino,

 la sombra en alas,

 el sueño,

 el aire intenso de los pueblos.

 

 Tu estrella fue el agua entre las  piedras,

 y como un trébol terrestre y rojo

 tocó el silencio y su pálida simiente;

 detuvo el áspid,

 condujo el alma de las  rosas,

 y el aire con sus  odres

 alzo el canto de los surcos,

 trajo el verde hasta la  orilla                                                

 y una luna como el Ebro,

 de latidos como el  viento

 que grafiaron tus racimos,    

 tus colores  desatados

 y te buscaron en la noche,

 te adivinaron el  día

 con sus trajes de profetas,

 y desataron el  rito

 donde encarnaron tus huellas,

 donde nacieron las puertas

 y las banderas con tu nombre,

 donde el alba tejió sus hilos

 y el camino se hizo espejo 

 y nos miramos despiertos

 y caminamos contigo,

 con América en las venas,

 con tu sed de estatua luminosa,

 con tus claros y plurales nacimientos.

                                     

                          Rafael N. Fernández

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