Inequidad, indiferencia, exclusión
Hay personas que viven en peores
condiciones
que muchos animales
y
todo se debe a la injusticia social.
La falta de accesibilidad a los servicios
básicos
ha sido siempre el gran escollo
y
los prejuicios los que acaban por materializar
la
indiferencia.
Nadie nos ha dado el poder para juzgar
y
elegir quién debe educarse,
tener
atención medica, un empleo aceptable,
una
vivienda decente, electricidad,
agua
potable, etc.
Sólo el ser humano es injusto
y escoge por egoísmo o por placer caminos
que
lo convierten en enemigo de su propia
naturaleza,
de
sus semejantes y del orden que establece
lo natural.
Las sinrazones que condenan al sufrimiento a millones
de
personas en el mundo están animadas
por
la inconsciencia, y los prejuicios que impiden
su
cesación nacen siempre de profundas
carencias
espirituales.
Estas carencias espirituales o vacíos existenciales
han
sido siempre frutos de la indiferencia
y
es que algunos progenitores tratan a sus
descendientes
como a particulares, no lo valoran,
no
escuchan sus inquietudes, no le hablan
de
lo que deben saber, no le dan una razón
para
reflexionar sobre sus decisiones,
no
corrigen su comportamiento y mucho menos
están
capacitados para dejarle saber cuál
es
el camino correcto.
La mente en pleno proceso de evolución
cognitiva
es como una gran esponja,
absorbe
todo cuanto queda a su paso;
serle
indiferente, obviar la inquietud,
la
tristeza, la incertidumbre de un niño
o
un adolescente es condenarlo a la insensibilidad,
al
letargo afectivo, a la confusa e insana enseñanza
que,
tarde o temprano, le hará menospreciar
no
sólo el reclamo y las necesidades de su prójimo,
sino
también de sus progenitores, pareja,
hijos
y todo cuanto existe.
Es precisamente esa actitud,
forjada
a base de desatención e ignorancia,
la
que multiplica bajo el cielo la
aflicción
y
hace de la inequidad un problema global.
Con la desatención sólo creamos distanciación,
tanto
el niño como el adolescente pueden
advertir
con facilidad que sus problemas
no
nos importan y en vez de convertirse
en
inútiles reclamadores de atención se alejan;
prefieren
buscar apoyo moral y dirección
de
la forma menos adecuada, con la ignorancia
es
aún más letal, la ausencia de información correcta,
empobrece
nuestro mundo interior,
sobre
todo en los albores de la vida.
Cuando se está en una etapa de crecimiento
psicológico el entorno en
que se vive tiene mucho
que ver, tanto el ser
humano como el animal
común se ilustran del día
a día a través de los sentidos;
los dos asumen como
propia cada enseñanza
a tal punto de ser
incuestionablemente
fieles a lo aprehendido.
Las primeras experiencias de vida de un ser humano
no deben estar
sustentadas en la equivocación,
lo adecuado es educar en
base a la conciencia,
educar para vivir y
accionar de acuerdo a la equidad,
para alcanzar la perfecta
armonía,
el bienestar colectivo
y la exención correcta de la especie humana.
Rafael N. Fernández
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