Francisco Alberto Caamaño
Era abril
y tú en los sueños,
en aire y las espigas
donde engendraste el espejo;
en
los signos de la orilla,
en las huellas y en los versos,
en las alas como el hierro,
en las horas y el rocío,
en el alba y las palomas,
en la alquimia sostenida
en el eco de la sombra.
Era abril
y tú en las sienes,
en las sales y en la encina,
en la luz y en los cristales,
en las puertas subrepticias,
en el agua y sus raíces,
en su intenso mineral,
en el fondo de los pasos
en las piedras y el camino,
en los pétalos del día,
del metal y su estatura,
en sus hilos de horizonte
de amapola y laurel.
Rafael N. Fernández
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