Madre de los Pobres
No sería hasta el 10 de septiembre de 1946,
cuando la voluntad de Dios volvería
a hacerse presente en la historia a través
de la persona de Agnes Gonxha Bojaxhiu,
una sencilla y afable monja católica,
que nace en Skopje (Yugoslavia)
el 26 de agosto de 1910.
El 10 de septiembre del año 1946
y después de 20 de vida de religiosa
en el Colegio Santa María en Calcuta,
recibe la inspiración de vida:
“La llamada dentro de la llamada”
que la conduce a actuar más allá
del convento, algo más profundo
que el destino le habla del camino
a seguir y conforme al camino actúa,
inicia una nueva vida y cambia
su nombre al de teresa, en honor
a Thérèse martin canonizada en el
año 1927 como santa Thérèse de Lisieux.
A partir de ahí se compromete
a ser luz en medio de las tinieblas
del sufrimiento, a ayudar a los niños,
a los ancianos, a los enfermos,
a los hambrientos, a los indigentes,
a los huérfanos, a los desamparados,
a los grandes marginados
y despreciados del mundo.
Veía a Cristo en todo aquel que sufría
y como si fuese al mismo Cristo les servía.
El rostro sufriente de Jesús en la cruz
estaba presente en los pobres e indigentes
a los que con suma entrega y ferviente
amor consolaba y acompañaba en sus
vicisitudes haciéndoles menos pesada
la afanosa y lacerante realidad que los envolvía.
La Madre Teresa no dudó ni un instante
del llamado de Dios.
Al principio caminaba por las calles
de Calcuta identificándose con aquellos
que por encargo divino debía socorrer,
luego busca licitación eclesiástica
para aventurarse a tan sublime
y complicada tarea, pero la oposición
es rotunda, las autoridades eclesiásticas
tenían sus propias conclusiones acerca
de tan arriesgada y tortuosa labor,
pues el caos, la muerte y las enfermedades
pululaban en los entornos donde debía
moverse y la violencia política,
religiosa y social cobraba cada vez
más terreno; pensaban que no era
trabajo para una mujer
y mucho menos para una monja.
Sin embargo sigue insistiendo,
y esta vez acceden a su petición
con la agravante de que abandone los hábitos,
medida que la madre teresa rechaza.
Todas las puertas parecen cerrárseles
y pide en oración una salida a tal situación
y espera pacientemente el momento
justo para actuar, al cabo de un tiempo
llega el momento en que las puertas
por la fe deben abrirse, lleva su pedido
al vaticano y en julio de 1948 llega
desde Roma la aprobación para ir a los pobres
y afligidos de Calcuta y al mismo tiempo
conservar su condición de monja.
A los 38 años sale al encuentro
de una nueva y sacrificante realidad,
la vida que por amor a los más necesitados
debe asumir, al encuentro de su verdadera vocación.
Desde un barrio marginal de Calcuta,
con todas las carencias del mundo
y con un vestuario semejante al de los
habitantes de los suburbios,
comienza a educar a los niños
y a recorrer lugares en pos de aquellos
que requieren cuidado, amor y protección.
La gente pronto se identifica
con su causa y contribuye,
ella atiende y da seguimiento
a los que rescata del abandono,
la ignorancia y la muerte; lucha con todos
los males habido y por haber, se afana
hasta el extremo por aplazar los sinsabores
que ocasiona la desidia, la injusticia,
el egoísmo, la incomprensión
y la falta de amor al prójimo.
Poco tiempo después y sabiendo
de las vicisitudes existente en toda Calcuta
decide ir más allá, avanzar al corazón
mismo del dolor, se adentra en las
comunidades marginadas, va a los leprosos,
a los moribundos, a los que no tienen razón
alguna para estar alegres, lleva su mensaje
de esperanza y pone en práctica su fe,
les hace saber que Dios no los ha olvidado;
les sirve con paciencia, amor y abnegada entrega.
En medio de la suciedad de aquellos malolientes,
Desorganizados e invivibles lugares utiliza el suelo
como pizarra para educar a niños y niñas,
y los incentiva a estudiar proporcionándoles
como compensación alimento y cosas que
adquiría a través de donaciones.
La tierra la acompaña en su labor de enseñanza,
día a día escribe en ella y ayuda a muchas almas
inocentes a salir del analfabetismo.
Tan conmovedora forma de impartir docencia
concluye felizmente gracias a la intervención
de un cura que le proporciona el dinero
para la construcción de una escuela;
luego se suman los vecinos que agradecen
lo que ella ha logrado para sus hijos e hijas
y contribuyen con muebles,
útiles y medicamentos.
De ese mismo modo se dieron suficientes
intervenciones como para extender su loable
labor a lugares nunca antes imaginados,
liberando a miles y miles de almas de la
desesperanza y el desconocimiento.
Aún en la más deplorable de las situaciones
la madre teresa nunca exhibía tristeza,
segura estaba de encontrar libertad interior
en cada circunstancia, de servirle
a Cristo en los que no tenían
otro amparo que su compasión.
Muchas veces le ponían apodos despectivos,
se burlaban y reían de ella,
porque compartía con leprosos,
tuberculosos, borrachos, ancianos,
hambrientos, moribundos y no con los ricos.
A pesar de las mofas y las insidias,
los servidores aumentaban y caminaban
con ella en busca de los que el mundo repudiaba
y dejaba morir, las calles estaban pobladas de excluidos
y la madre teresa soñaba con un lugar donde
los enfermos terminales pudieran tener un poco
de paz haciéndole más llevaderos los últimos días
de existencia y en el camino de ese propósito
no desfalleció ni un instante hasta verlo materializado
a través de la fe, la acción, y la perseverancia en 1952.
La madre teresa hizo posible un mundo
de gloriosas conquistas,
su don de aplazar los sinsabores
y las heridas causadas por la inconsciencia
y la desidia es digno de ser imitado por todo
el que siente que debe actuar de acuerdo a la verdad.
Desde la madre teresa Dios logró actuar
y llevar calor humano a los que necesitaban
de una mano amiga, los pobres del mundo
pudieron experimentar cierto aire de consolación,
ella fue un remanso de bien, un alma agradable
a Dios porque hizo
su voluntad.
En 1990 empieza a sentir los embates
del constante sacrificio,
el corazón le da un certero reclamo
y es llevada al hospital, donde le instalan
un marcapaso, sale airosa de la intervención
y vuelve a trabajar por los pobres, esta vez
con la advertencia de que debía reposar
o su corazón no resistiría por mucho tiempo,
advertencia que, por amor a los pobres,
desoye y continua trabajando
con la misma intensidad de siempre.
Los años siguientes no fueron
muy condescendientes
con su delicado estado de salud,
no obstante el descanso no era su meta
y prosigue irradiando esperanza,
alegría y paz hasta el viernes 5 de septiembre
del 1997 cuando finalmente su corazón
no aguanta más y deja de latir.
La madre Teresa partió de este mundo
dejando a quienes tanto servía esperándola;
Sumergidos en el irreconciliable dolor de saber
que no volvería, ella fue madre y padre de miles
de seres humanos ávidos de justicia de sustento
y esperanza, le devolvió la alegría,
cauterizó sus heridas interiores
y dignificó sus vidas cuando
tan sólo sabían de lagrimas.
Rafael N. Fernández
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